Me gusta como tu mano reposa suavemente sobre mi pierna y la manera en que se desliza por encima de mi pantalón cuando buscas el cigarro que está en el cenicero. Ya extrañaba una sensación así. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien había puesto su mano sobre mi pierna así tan delicadamente. Sabes que me gusta que lo hagas y lo haces aun más, tus movimientos se vuelven más calculados y más sutiles, desencadenando así reacciones casi imperceptibles en mi cuerpo.
Compartimos sonrisas, buscamos algún pretexto idiota para encontrar nuestra mirada. La familia, los viajes, las razones para fumar y dejar de hacerlo. El motivo, a final de cuentas, no importa mucho. Nos miramos a los ojos como queriendo hacer algo más.
Mención aparte merecen las insinuaciones, vaya que si. Jugar con las palabras y el contexto, para soltar frases que suenen a espontaneidad pero que transpiran un poco de travesura y sensualidad. Cosas como “no hay quien quiera estos labios” o “no encuentro un pretexto para desvelarme” pueden resultar contundentes en un momento dado.
Cuando te levantas del sillón y vas a servirte más whisky, te sigo poco a poco con la mirada, atrapándote, haciéndote saber que estoy ahí, detrás de ti, como un ente casi inmaterial que busca robarte un beso, quizás dos. Luego tu me devuelves la mirada, cuando me paro por un segundo a encender mi cigarrillo, me escrutas lentamente, me sonríes y me dedicas tu mirada.
Me gusta hablar de política contigo, por que estamos en el mismo canal, y luego, cuando ya el tema se agota, intentes hacerme cosquillas, pues acabas de descubrir que la risa que me da cuando me tocan ciertas partes es escandalosa, quizás haciéndolo por el simple gusto de tocarme y jugar conmigo. Me gusta tu piel rubia, y quiero pensar que te gusta mi piel morena.
Tocarte me ha encantado. Cuando van a tomar una foto, buscas ponerte justo delante de mi, me tomas las manos y haces que te rodee con ellas la cintura, de manera que mi cuerpo quede pegado al tuyo, y pueda percibir a detalle tu respiración y el perfume de tu cuello. Me gustan tus besos amistosos que saben a algo más, que intentan acercarse sospechosamente a mi boca.
En una sola noche provocaste tantas reacciones en mi que no se si sean reales. Quien sabe, al final de cuentas, quizás solo sea yo…
Compartimos sonrisas, buscamos algún pretexto idiota para encontrar nuestra mirada. La familia, los viajes, las razones para fumar y dejar de hacerlo. El motivo, a final de cuentas, no importa mucho. Nos miramos a los ojos como queriendo hacer algo más.
Mención aparte merecen las insinuaciones, vaya que si. Jugar con las palabras y el contexto, para soltar frases que suenen a espontaneidad pero que transpiran un poco de travesura y sensualidad. Cosas como “no hay quien quiera estos labios” o “no encuentro un pretexto para desvelarme” pueden resultar contundentes en un momento dado.
Cuando te levantas del sillón y vas a servirte más whisky, te sigo poco a poco con la mirada, atrapándote, haciéndote saber que estoy ahí, detrás de ti, como un ente casi inmaterial que busca robarte un beso, quizás dos. Luego tu me devuelves la mirada, cuando me paro por un segundo a encender mi cigarrillo, me escrutas lentamente, me sonríes y me dedicas tu mirada.
Me gusta hablar de política contigo, por que estamos en el mismo canal, y luego, cuando ya el tema se agota, intentes hacerme cosquillas, pues acabas de descubrir que la risa que me da cuando me tocan ciertas partes es escandalosa, quizás haciéndolo por el simple gusto de tocarme y jugar conmigo. Me gusta tu piel rubia, y quiero pensar que te gusta mi piel morena.
Tocarte me ha encantado. Cuando van a tomar una foto, buscas ponerte justo delante de mi, me tomas las manos y haces que te rodee con ellas la cintura, de manera que mi cuerpo quede pegado al tuyo, y pueda percibir a detalle tu respiración y el perfume de tu cuello. Me gustan tus besos amistosos que saben a algo más, que intentan acercarse sospechosamente a mi boca.
En una sola noche provocaste tantas reacciones en mi que no se si sean reales. Quien sabe, al final de cuentas, quizás solo sea yo…